Los coleccionistas de música a menudo prefieren que su biblioteca musical tenga dimensión física. Así que, si prefieren el formato analógico contarán con una colección de vinilos. Y si prefieren la música digital, con una gran colección de CDs de música o, buscando una calidad superior, los SACD.
Para muchos, resulta difícil comprender el encanto que tienen los discos CD, con sus 12 cm de reflejos holográficos sobre el color plateado. Sin embargo, es el soporte físico digital más extendido actualmente para la música. En primer lugar, porque ofrece audio de alta calidad (16-bit/44.1 kHz), que aumenta todavía más con el formato SACD (24-bit/96KHz), permitiendo usarlo como fuente de audio de alta fidelidad.
Además, el CD de música, que fue desarrollado por Sony, cuenta en tamaño más asequible con libreto y el arte de la carátula, lo que permite disfrutar de la música en todo un ritual que involucra más sentidos. Pero, para hacerlo, es necesario contar con un Lector de CD, lector de SACD o reproductor.
La principal diferencia es que, mientras un lector de CD se limita a extraer los datos digitales del disco, el reproductor cuenta con un DAC integrado capaz de convertirlos en una onda de sonido analógica. La onda analógica ya está lista para ser enviada al amplificador y las cajas, mientras la señal digital tendrá que pasar por un DAC externo cuando la información sale de un lector de Compact Disc.
Actualmente, gracias a las diversas conexiones digitales como entradas USB, digital óptica y/o coaxial, resulta sencillo enviar el sonido digital entre equipos. Por lo tanto, si tu equipo de sonido ya cuenta con un DAC dedicado, o con otro dispositivo que integre el conversor de digital a analógico, puedes optar por un lector en lugar de por un reproductor.
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